info@editorialturmalina.com

Libros, diseñados para vender

fuente: www.vanguadia.com.mx

Editoriales apuestan por potenciar al libro como objeto a través de su diseño y portada; es su mejor arma frente a la versión electrónica.

MADRID, ESPAÑA.- La materia se convierte en información. Ya ocurrió en la industria de la música, cuando de formatos materiales como el CD o el vinilo se pasó al virtual mp3. Con la llegada del libro electrónico, los libros de papel se convierten en ceros y unos albergados dentro del dispositivo de lectura. Para superar el reto de la supervivencia, el libro tradicional puede hacerse valer por aquello de lo que carece el electrónico: el tacto, el olor, la forma, la portada, en definitiva, el diseño. El libro como objeto.

Los principales factores para la compra de un libro son, evidentemente, la temática, el consejo de un amigo o el autor, según un estudio de la Federación de Gremios de Editores de España. Sin embargo, el diseño también importa, por encima de la crítica, la publicidad, o la editorial, que, según el mismo estudio, es el factor menos influyente.

Hay colecciones de prestigio cuyo aspecto ha pasado al imaginario colectivo de los lectores. Por ejemplo, los coloridos Compactos de Anagrama, sus Narrativas Hispánicas (en gris) o Panorama de Narrativas (en ese amarillo mayonesa). La colección Andanzas de Tusquets (en riguroso negro) o sus ajedrezados libros de bolsillo, Fábula. El motivo de la “ele” invertida en las cubiertas de Alfaguara y su formato más alargado que el resto. El también alargado formato de Mondadori, con tapa dura. Basta con verlos a lo lejos en el maremagno de la librería para que el lector avisado los identifique.

“Que el cuidado por el diseño aumenta con la llegada del libro electrónico es una opinión que abunda en el sector”, reconoce Jorge Herralde, editor de Anagrama. “Nosotros, desde luego, valoramos mucho el diseño. Apostamos por libros sobrios y elegantes, de calidad, en la tradición de las editoriales literarias francesas o italianas, y reconocibles por el lector”, explica Herralde que comenta divertido que muchos llaman al amarillo de sus cubiertas “amarillo Anagrama”.

“El libro barato y malo, que se deshace y estropea, que todos hemos utilizado, está condenado frente al libro electrónico o la lectura online”, sentencia Rubén Hernández, uno de los editores de Errata Naturae.

‘Rompedores’ diseños

Una de esas colecciones eternas es el Libro de Bolsillo, de Alianza, creada en 1966 con los rompedores diseños de cubierta de Daniel Gil. Un mar de mil 600 títulos en el que navegan Kafka, Freud, Schopenhauer, Borges, Hesse, Proust o Salinger, por mencionar sólo algunos, y donde se encuentran muchos títulos imprescindibles de la historia. La editorial se enfrentó a los nuevos retos que se presentan al ponerse manos a la obra con una renovación de fondos que incluye el lanzamiento de novedades y el rediseño de su colección emblemática.

El encargado de la tarea ha sido el diseñador Manuel Estrada. “Al principio no lo veía claro porque era amigo y alumno de Daniel Gil y respeto mucho su trabajo. Pero es un proyecto tan bonito que al final me animé”, explica Estrada. El rediseño supone, de hecho, una actualización del trabajo de Gil, aquellas novedosas portadas que se acercaban mucho al poema visual. Pero el trabajo ha ido más allá.

El proceso, que ha sido exhaustivo, da una idea de hasta qué punto todo está pensado en un libro. “Empezamos a trabajar de cero, pensamos otra vez el formato, revisamos la tipografía, buscamos un sistema de encuadernación, un tipo de papel, todo esto antes de meternos con las portadas”, recuerda el diseñador. Así el libro conserva su altura de 180 milímetros, pero gana en anchura, lo que permite márgenes más anchos y una lectura más confortable.

Las portadas de los libros de las bibliotecas de autor, dedicadas a grandes nombres como Arthur Schopenhauer, Gerald Durrell o William Golding, tienen un hilo de continuidad entre ellas. Como ejemplo, el caso del filósofo alemán: el ‘leitmotiv’ es la imagen de una o varias piedras, que aparecen en cada uno de los libros en diferentes disposiciones: “Representa una especie de pesimismo irónico, inteligente, propio de Schopenhauer. No una piedra en el sentido de una pedrada, sino como un análisis de la realidad casi inamovible: nada vamos a poder hacer para cambiar este mundo, aprovechemos y vivamos mientras podamos”.

“Una colección debe partir de una capacidad de ser vista, memorizada, reconocida. No es fácil. Para ello hay que hacer el feliz hallazgo de una imagen muy potente en la que se va a insistir en cada entrega”, explica Enric Satué, que ha diseñado libros para Alfaguara, RBA, Turner o la colección Austral de Espasa: “Si se hace bien, el lector acaba identificándose con la colección, proyecta ahí sus amores literarios. A veces, incluso, como con los colores de los equipos de fútbol el hincha se identifica de manera emocional, como liturgia”.

Los libros cambian

En los últimos años ha habido un cambio muy serio, el libro se ha convertido en un objeto de consumo, reflexiona Satué, que agrega que sigue prefiriendo los libros que no están diseñados como un anuncio. En efecto, en las librerías conviven, dándose codazos por llamar la atención del lector, los diseños más sobrios con el espectáculo total de grandes formatos, grandes tipografías, imágenes estridentes, dorados y plateados, huecograbados, que envuelven géneros como el “best seller”.

“La eficacia del ‘marketing’ ha ido quitándole espacio al diseño”, conviene Manuel Estrada. “El diseño, la parte gráfica, tiene un poco de autoría y da un valor añadido. Ocurre igual con los discos bien editados, son mucho más apetecibles. Sin embargo, en algunos libros utilizan ese grito, ese reclamo, para hacerte parar en medio del centro comercial como sea, cuando lo que tú vas a comprar es pasta, por ejemplo. Incluso a veces la relación entre la cubierta y el contenido es bastante tenue”.

Nota completa